Edgardo Malaspina
1
Mi amigo y colega colombiano León Felipe Jaramillo
me recomendó este libro. Lo busqué en varias librerías, y con mucha suerte lo
encontré. Los libros importados son una rareza en nuestro país.
2
Epitafio es un poema de Jorge Luis Borges que
empieza con estas palabras: “Ya somos el olvido que seremos”; y continúa: “El
polvo elemental que nos ignora/y que fue el rojo Adán, y que es ahora/todos los
hombres, y que nos veremos”. Precisamente el primer verso del soneto es el
título del libro del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince , y que trata
de su vida familiar, pero en particular la de su padre( de quien heredó hasta
el nombre ), médico y político asesinado durante los años de violencia en
Medellín.
3
El
doctor Héctor Abad es recordado por su hijo con nostalgia, dolor y cariño en
páginas dramáticas, hilvanadas con impresionante suspenso lírico. A diferencia
de Kafka que le escribió una carta a su padre para reprocharle su despotismo,
el autor del “Olvido que seremos” le escribe a su progenitor para decirle que
fue un gran padre, amoroso y comprensivo; pero con la triste convicción de que
jamás leerá sus notas.
4
El
autor recoge los pasos de su padre y revisa sus papeles con muchos consejos:
“Si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo
más feliz”, porque la vida es dura y la única receta para poder soportarla es
haber recibido en la infancia mucho amor de los padres. El dinero se debe
perseguir con un solo fin: para poder conservar y defender a toda costa la
independencia mental, sin que nadie nos pueda someter a un chantaje laboral que
nos impida ser lo que somos. Sobre la educación institucional decía que para
enseñar había que combinar el conocimiento, la sabiduría y la bondad. El mejor
método en el aula es el socrático: hacer preguntas interesantes para incentivar
la curiosidad de los estudiantes. Demostrar la máxima aristotélica de que el
mayor placer está en la búsqueda del conocimiento. El autor tiene un peculiar
concepto sobre la vida y considera que la muerte de un recién nacido o la de un
viejo duelen menos. El periodo más provechoso está entre los quince y los
treinta años. Después decaemos y cuando nos acercamos a los cien años
coincidimos con el feto y ya nada importa.
5
La
muerte de una hermana de apenas dieciséis años marca a la familia. Un melanoma,
cuyo origen estaba en unos lunares, descritos como un rosario de bolitas
infernales, destroza a todos los miembros del clan. La enfermedad, como todas
las incurables, hizo que se recurriera no sólo a medicina científica, sino también
a la mágica porque no importa la procedencia del
medicamento, si el mismo abre una esperanza para la cura.
6
Héctor
Abad Faciolince siempre pensó vengar la muerte de su padre; pero con el paso
del tiempo cambia de parecer y reflexiona: “…entendí que la única venganza, el
único recuerdo y también la única posibilidad de olvido y de perdón, consiste
en contar lo que pasó, y nada más”. Con estas palabras finales recordé a
Argenis Rodríguez, quien solía decir que había matado a todos sus enemigos con
una pluma.
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